Las cristianas feministas han puesto sus zapatos en las puertas de los templos donde se han realizado las convocatorias de la Revuelta de Mujeres en la Iglesia, este domingo, como gesto que simboliza que “la Iglesia no se pone en nuestros zapatos, no ha caminado con lo que supone negarnos la igualdad y la dignidad”.
Zapatos cotidianos y diversos, “como nosotras”, subrayaba una de las portavoces de esta iniciativa de mujeres cristianas y feministas.
Zapatillas de anciana, zapatos de tacón, zapatos rojos –que simbolizan el feminicidio–, zuecos de enfermera, alpargatas de mujer campesina, chancletas de migrantes pobres, zapatillas de joven, botas de agua que han representado “a cada una y a todas las mujeres que, en nuestro caminar, vamos dando pasos por conseguir una Iglesia de iguales”, que acoge y acompaña en la construcción del sueño de justicia de Dios.
Un gesto, según la lectura realizada por las mujeres de la Revuelta, reflejo del proverbio Siux que dice Antes de juzgar a una persona, camina tres lunas con sus zapatos, con el que han visibilizado las “negaciones” de la palabra, de la toma de decisiones y de vivir en plenitud su vocación.
Con ello, piden a la Iglesia que se ponga en los zapatos de las mujeres y caminemos, todo el pueblo de Dios, juntas y juntos por la igualdad y la dignidad en la Iglesia.
Poner en valor los pequeños cambios
Las convocatorias de la Revuelta de este domingo en 18 ciudades del país, en el contexto del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, han servido también para recordar las propuestas dialogadas en el Sínodo de las Mujeres planteadas para avanzar en el pleno reconocimiento de la dignidad y para poner en valor los pequeños cambios que se van produciendo desde que esta iniciativa se constituyó en marzo de 2020 y “hasta que la igualdad se haga costumbre en la Iglesia”, como reza su lema.
En la lectura del manifiesto han destacado que esta lucha viene de “la larga tradición feminista que ha luchado por la dignidad de las mujeres, que ha exigido la igualdad de derechos, poder votar, libertad sexual y reproductiva…”. También “de las mujeres valientes y libres de las primeras comunidades cristianas…, y de todas las que a lo largo de la historia se han negado a quedar recluidas en los roles secundarios e invisibles a que la tradición eclesial y teológica las quería someter”. Y de la “buena noticia de un Jesús que transgrede las normas de una sociedad profundamente patriarcal. Venimos de una Iglesia que en sus inicios hizo de la igualdad entre hombres y mujeres, una de las aportaciones más radicales del cristianismo a la historia de la humanidad”, han indicado.
Iglesia nueva, comunidad de iguales
Además han recordado que son muchas “las que en todo el mundo alzamos la voz. Somos mayoría en las tareas de voluntariado, en las celebraciones religiosas, como catequistas, en los consejos parroquiales, en los movimientos, asociaciones, centros recreativos y en el mundo educativo de la infancia y juventud. Son incontables las congregaciones de religiosas que trabajan día a día por los derechos de los más vulnerables”.
Y dicen ¡basta! a ser invisibilizadas y silenciadas; a ser tratadas con condescendencia; a la discriminación por razón del sexo o del género; a que se niegue el sacerdocio; a una visión negativa de la sexualidad o a una “imagen de un Dios exclusivamente masculino”.
Finalmente han expresado el sueño de imaginar y construir una Iglesia nueva, comunidad de iguales, “donde la mujer es reconocida como sujeto de pleno derecho”; y el liderazgo “es compartido entre mujeres y hombres, laicos, laicas, personas consagradas y sacerdotes. Una iglesia paritaria, más plural y menos jerárquica”; que “acompaña sin juzgar toda la diversidad de las familias, de identidades y orientaciones sexuales”, han concluido.