Estos días son hermosos como para reflexionar en forma retrospectiva para ver hasta donde lo que creemos ha afectado a todo nuestro ser.
Los seres humanos, desde el Jardín del Edén, hemos perdido la seguridad de saber quienes somos, preguntándonos continuamente el porque de nuestras vidas y la duda de como nos ven nuestros congéneres, esto nos hace en muchos casos perder la paz.
La angustia y el pánico en muchos momentos aparecen por no tener aclarado el buen destino que nuestra vidas tiene determinada en Cristo Jesús. Es una duda constante de que ocurrirá mañana que aparece en la espesa neblina de la inseguridad que nos rodea con miedo al futuro.
Es muy difícil caminar en los senderos de la vida desprovistos de esos miedos, o simplemente negarlos cerrando los ojos, porque hasta nuestro cuerpo acusa recibo del impacto que recibimos mientras transitamos esta existencia. Pero, ¿Cómo revertimos esos instantes para tener una bocanada de aire fresco?
La Palabra de Dios dejó respuestas a dudas que la humanidad viene arrastrando desde siempre, permitiendo ver una salida a los conflictos que se le presentan. El Apóstol Pablo los habría tenido y por esa razón recomendó en una carta a los hermanos de Colosas este contundente consejo «Cristo en vosotros, la esperanza de Gloria».
«A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria,» Colosenses 1.27